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lunes, 14 de abril de 2014
¿Por qué Cristo sigue en la cruz?
Esta reflexión nace a consecuencia de personas que se acercan a nuestro puesto en Parque Centenario donde tenemos una humilde santería, por supuesto gran cantidad de medallas y cruces. Concretamente, se acercó un muchacho un tanto angustiado y me trae un crucifijo diciéndome: "Por favor, ¿me lo cambiaría por una cruz sola, sin Cristo? porque no puedo ver que Jesús siga colgado en esa cruz si ha resucitado"
Entonces, lo miré y contemplé al Cristo en su cruz, luego le dije: "¿Por qué quieres sacar a Jesús de esa cruz?, quiero explicarte el porqué El sigue en la cruz:
Jesús sigue estando en la cruz y por eso se explica el sufrimiento del ser humano, se explica tu sufrimiento, el mío y el de todos. Todos sufrimos y eso es inevitable. Hay sufrimientos físicos, como por ejemplo una enfermedad. Sufrimientos espirituales, como por ejemplo haber perdido la paz y la confianza en Dios. Sufrimientos morales como por ejemplo ser víctima o victimario de actos de corrupción. Sufrimiento en la relación con otros como por ejemplo un matrimonio quebrado, la indiferencia, la discriminación por cualquier motivo, etc. El sufrimiento es parte de nuestra vida y la forma de asumirlo cada uno depende la forma de vivir.
Si pensamos en un Cristo solamente resucitado, glorioso, en el cielo, lejano, ya sin dolor se aleja de nuestra pobre realidad.
Si contemplamos a Jesús en la cruz, sufriente, tomando sobre sí los pecados de la humanidad, con heridas físicas y espirituales, con el dolor de haber sido traicionado por sus amigos, discriminado e insultado por su pueblo, el mismo pueblo que lo había proclamado mesías el domingo de Ramos, torturado, dolor en el cuerpo pero más en su alma. Ese Cristo que aún transita en este mundo, el Cristo que está en Vos, que está en mí, en todos, el Cristo que está en tu corazón y cada vez que sufrimos Jesús sigue clavado en la cruz hasta que nuestra vida llegue a su atardecer, a su encuentro con Dios al final, allí la cruz se despoja del cuerpo sufriente para contemplar a Dios.
No tengamos miedo de contemplar el rostro sufriente de Cristo, más bien, eso tenemos que hacerlo con frecuencia y nuestra alma se verá reconfortada acompañada por el amor de Dios.
El muchacho finalmente tomó su cruz luego de mis palabras, me dijo: "muchas gracias, ahora estoy en paz", y se fue con su Cristo en el pecho.
GLORIA AL SEÑOR.
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