sábado, 4 de junio de 2016

Adios amiga y hermana del Buen Pastor

Querida Carmen, hoy estás con el Señor y de eso no hay duda porque llegué a conocer tu corazón, empezando por el de madre al cuidar tan excelentemente de las niñas en el internado. Siguiendo por tu corazón de hermana que siempre estaba dispuesto a servir, por ejemplo, en la cocina con un rico pan casero. Para mi eras un ejemplo, porque siendo novicia y juniora te veía en Salta trabajar junto a las chicas, te veía dedicarte y deseaba aprender de tu humildad. Bien, si, esa sería la palabra que mejor te describe "humildad" "sencillez", algo que le faltó a muchas hermanas, diría yo, "a la mayoría".
He sufrido mucho contigo por la forma en que fuiste incomprendida y maltratada en la comunidad donde en estos últimos años pasaste tu vida. La última vez que pude verte en Córdoba yo la estaba pasando muy mal con mis hermanas y vos me llevaste a la cocina y me cocinaste un pancito, me consolaste o mejor dicho nos consolábamos mutuamente por el gran desprecio que han sentido por nosotras. No le voy a perdonar a las hermanas el desprecio y la indiferencia que han sentido para con vos, la falta de atención a tu salud, pero sobre todo la soledad implacable que te han hecho sentir en tus últimos años de vida. 
Eres una santa luego de sufrir tantos tormentos, aunque sigo pensando que eso "no es justo", hacer sufrir no es la misión de una hermana del Buen Pastor, y sufrir sin sentido tampoco. Si creo que es misión el amor de madre y hermana que has esparcido en nuestras vidas.
Hoy me duele el alma, me duele porque has partido a la Casa del Padre, él cual decidió que por fin dejarás de sufrir. Pero también me duele porque todas esas injusticias no se han reparado y sigue la impunidad para con las hermanas en la Provincia.
A mi manera vivo mi tormento de haber sido desterrada por un grupo de mandatarias terrenales y autoritarias, que muy lejos estuvo eso de la Voluntad de Dios, El, el único Señor de nuestras vidas, es quien hoy me consuela y me anima a seguir viviendo mi consagración en el mundo, a seguir haciendo el bien, como Santa María Eufrasia, y a seguir teniendo los sentimientos, afectos y actitudes de Jesús Buen Pastor.
Por todo eso, hoy te recuerdo amada Carmen, te recuerdo y te recordaré siempre en la misa, gracias por tu bondad y por haberme consolado al igual que Jesús Buen Pastor, porque vendaste las heridas y fuiste bálsamo en tiempos de dolor.
"Dale Señor el descanso eterno, y brille para ella la luz que no tiene fin", "descanses en paz", Amén.

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