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domingo, 30 de septiembre de 2012
Sor María de la Cruz y el Buen Pastor
"El Señor es mi Pastor
Nada me puede faltar,
Tú estás conmigo,
Tu vara y tu bastón me infunden confianza" (Salmo 23)
Ciertas ovejas que el Pastor dejó a cargo de su rebaño por ser mayores y más preparadas, un día se enorgullecieron de su cargo y no cumplieron con las indicaciones que el Pastor les había dejado, no solo de palabra sino por sus Santos Escritos.
El redil era un lugar de restauración, de paz, de armonía y de santificación, pero poco a poco se fue transformando en un lugar de opresión y de castigo, pues las ovejas se sintieron importantes y poderosas, con mucha soberbia porque el Pastor las había elegido para un servicio en su Nombre.
Las ovejas a cargo comenzaron a desobedecer las Santas Palabras del Pastor, y, no obstante haberlo dejado por escrito fueron indiferentes y construyeron sus propios escritos y disposiciones.
Un día, la oveja madre descubrió la pobreza de una de sus ovejas, la necesidad de ser perdonada, sus errores más profundos, pero ella, sin piedad ni misericordia y desoyendo la Santa Palabra del Pastor organizó un complot con todas las ovejas contra esta pobre ovejita descarriada.
La ovejita estaba en el redil, pero la oveja madre la odiaba, no la quería ver, interpretaba que ella era la culpable de todos sus males, veía en ella una amenaza a su poder y se dedicó a castigarla con dureza. La ovejita resistió valientemente pero todas las ovejas, en equipo con la madre la empujaron hacia la puerta del redil lastimándola hasta hacerla sangrar. Lograron su objetivo y la dejaron afuera media muerta, la ovejita se fue arrastrando hacia comunidades vecinas hasta que una ovejas extranjeras la cuidaron con amor y paciencia.
Volvió el Pastor de su viaje y al enterarse de lo sucedido abandonó el redil de las ovejas soberbias y violentas, fue en busca de su oveja perdida, pero no estaba perdida, solo herida, maltratada, humillada y desprestigiada públicamente.
El Pastor la encontró, la tomó en sus brazos para ya nunca dejarla sola, la entregó a su Madre, la Gran Pastora, quien tomó uno de sus vestidos de Reina y la vistió como la más hermosa esposa de su Hijo.
Y desde aquél día, la ovejita descarriada y lastimada vive en brazos de, Pastor de los pastores, la bondad y la gracia la acompañan a lo largo de su vida y habita en la Casa del Señor por muy largo tiempo.
¿Y las ovejas soberbias? Fueron libradas a su suerte, el Pastor ya no volvió a ese redil, y en soledad están ellas mismas por sus actitudes condenadas a su extinción.
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