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jueves, 28 de marzo de 2013
El sentido del sufrimiento, por Sor María de la Cruz
Queridos hermanos:
Lo más normal que podemos ver en la vida es un alejarnos y escapar del dolor, parte de la naturaleza humana y del instinto de conservación que llevamos como impronta en nuestra carne. Sin embargo, en la historia de la humanidad hubo muchas personas que se entregaron al dolor y lo tuvieron como misión. Hoy en día, se pensaría que esas personas tendrían algún desequilibrio psiquiátrico como lo habrían pensado de mí, mis formadoras si hubieran descubierto que yo seguía esa doctrina mística, es que hemos perdido el sentido de lo sagrado.
Acerca del valor del sufrimiento me acerco a la Palabra de Dios y está plagado de citas sobre él, porque no deja de ser una experiencia universal. San Pablo nos habla en la carta a los Colosenses capitulo 1, 24: "Ahora me alegro de poder sufrir con ustedes y completo en mi carne lo que falta a los padecimientos de Cristo, para bien de su Cuerpo, que es la Iglesia".
Ahora bien, ¿que significa sufrir en la carne lo que falta a los padecimientos de Cristo?
Doctrinalmente existe una redención objetiva, la que llevó a término Jesucristo, el único Mediador con el Padre, por su Pasión y su Sangre derramada nos obtuvo el perdón de los pecados, incluso del Original. Esta redención tuvo lugar una vez en la historia y para siempre y se renueva en cada Eucaristía donde se revive la Pasión, Muerte y Resurrección.
Pero la doctrina también nos habla de una Redención Subjetiva, que tiene que ver con la responsabilidad de cada ser humano, hijo de Dios, para alcanzar la salvación personal, porque debemos colaborar con Cristo a la salvación de nuestra alma con nuestra vida de virtudes, y la aceptación del sufrimiento unido a la cruz de Jesús purifica toda nuestra alma para un encuentro más puro con el Padre.
También hay personas que se ofrecen al Señor como Víctima en reparación de los pecados y por la salvación de las almas, aquí ya estamos en un grado heroico en que la persona se olvida de sí misma para entregar esa acción de colaboración con Cristo en sus padecimientos pero para obtener la salvación de otras almas que lo necesitan.
Que Dios necesite nuestra colaboración no quiere decir que deje de ser Dios, ni tampoco que pueda hacerlo solamente El con una sola decisión suya, sino que El ha querido unir al hombre, hecho a su imagen y semejanza, a la restauración de esa imagen que el pecado nos hizo perder, además, existe una responsabilidad personal en le hecho de pecar, responsabilidad que debe ser asumida como tal.
Entonces, la doctrina del sufrimiento por amor cobra todo su sentido, unido solamente a la Cruz de Nuestro Señor.
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