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domingo, 11 de noviembre de 2012
La profundidad del amor
Nacemos, venimos de la Fuente del Ser para materializarnos en este cuerpo transitorio, éste cuerpo no es más que un instrumento para la perfección del alma que debe lograr el aprendizaje y volver a la Fuente del ser luego de superar varios obstáculos.
Pero hay almas débiles, que se enamoran de la materialidad y esto les impide volar y crecer hacia la perfección a la que habían estado llamadas desde el comienzo. Relaciones transitorias, insatisfacción constante, dependencias fugaces como un abrir y cerrar de ojos, hoy te quiero a ti, mañana a quien vendrá y jamás amar verdaderamente a nadie por el dichoso miedo que nos impide ser felices.
Mucho se habla en nuestra generación del temor al compromiso perpetuo, incluso a nivel religioso se entró en la discusión de si los votos no debieran ser siempre temporales, renovables, debido a la inconstancia y problemas que se suscitan en la vida. Una generación que no ha sabido descubrir el interior del ser humano y con ello se les escapa la felicidad de entre las manos.
¿Qué es el interior del Ser? Es la belleza perpetua, siempre allí impactante, inmutable, sin alteración. El silencio solo sabe descubrirlo y un alma dispuesta a la entrega, solo las almas contemplativas verdaderamente (no las que dicen serlo), y no estoy hablando solo de Dios, yo puedo contemplar a otro ser humano y descubrir su belleza interior. Todos llevamos dentro algo de Dios que nos atrae, hay personas que nos atraen más que otras y que descubrimos en ella algo que nos hace eternamente conocidos, como si nuestras vidas hubieran estado unidas en otro lugar lejano. Mirar a los ojos y percibir la grandeza de un alma. Cerrar los ojos y sentir que la otra persona está allí, en un lugar lejano pero cercano a mi corazón, que le conozco tanto como al espíritu que ronda en mi alma. Eso es el amor.
Pero muy pocos están capacitados para descubrir la belleza del amor auténtico, tienen un cierto deseo de ello, pero la materialidad de sus cuerpos los enceguece y se pierden en una belleza transitoria, mustia, perecedera, inconstante, por eso la eterna insatisfacción del ser humano. Cuando podamos volver a descubrir los tesoros del interior del Corazón del hombre, solo allí, podemos ser verdaderamente humanos.
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