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lunes, 29 de abril de 2013

La Providencia de Dios

Como la mayoría de los seres humanos, me caracterizo por ser una persona que espera resultados inmediatos, o por lo menos lo más rápido posible. Lo mismo sucede cuando pedimos un favor, en una oración, esperamos que Dios responda rápido, y si no responde nos sentimos tristes y apesadumbrados. Dios tiene sus tiempos: "Para Dios un día es como mil años y mil años como un día", parece callado pero está actuando, en el silencio y en la espera se van gestando los más bellos proyectos. Y a veces me enojo diciendo: "Hasta cuando Señor he de esperar justicia", pero poco a poco, día a día, mes a mes, se va gestando la justicia que en nuestro mundo parece ausente. Dios es providente: esto quiere decir que siempre va a proveer una solución a nuestra alma para que ésta sea feliz, lo que puede suceder es que lo que pensamos que es mejor para nosotros, no sea lo que piensa Dios. Creo que la clave es esperar en paz los momentos de Dios, esperar en calma, en silencio y oración. Todo se lleva a cabo de la mano de Jesús, claro que hay que poner un poco de trabajo de nuestra parte y las decisiones que le corresponden a la persona necesitan llevarse a cabo. Pero también es cierto, que una vez puesto todo nuestro esfuerzo, hay que esperar pacientemente a que la semilla se transforme en planta y esto lleva su tiempo. Lindo es ver y experimentar cuando la planta está a nuestra vista, cuando la felicidad ha llegado por fin a nuestra alma, eso es nada más, ni nada menos que: LA PROVIDENCIA DE DIOS.

domingo, 11 de noviembre de 2012

La profundidad del amor

Nacemos, venimos de la Fuente del Ser para materializarnos en este cuerpo transitorio, éste cuerpo no es más que un instrumento para la perfección del alma que debe lograr el aprendizaje y volver a la Fuente del ser luego de superar varios obstáculos. Pero hay almas débiles, que se enamoran de la materialidad y esto les impide volar y crecer hacia la perfección a la que habían estado llamadas desde el comienzo. Relaciones transitorias, insatisfacción constante, dependencias fugaces como un abrir y cerrar de ojos, hoy te quiero a ti, mañana a quien vendrá y jamás amar verdaderamente a nadie por el dichoso miedo que nos impide ser felices. Mucho se habla en nuestra generación del temor al compromiso perpetuo, incluso a nivel religioso se entró en la discusión de si los votos no debieran ser siempre temporales, renovables, debido a la inconstancia y problemas que se suscitan en la vida. Una generación que no ha sabido descubrir el interior del ser humano y con ello se les escapa la felicidad de entre las manos. ¿Qué es el interior del Ser? Es la belleza perpetua, siempre allí impactante, inmutable, sin alteración. El silencio solo sabe descubrirlo y un alma dispuesta a la entrega, solo las almas contemplativas verdaderamente (no las que dicen serlo), y no estoy hablando solo de Dios, yo puedo contemplar a otro ser humano y descubrir su belleza interior. Todos llevamos dentro algo de Dios que nos atrae, hay personas que nos atraen más que otras y que descubrimos en ella algo que nos hace eternamente conocidos, como si nuestras vidas hubieran estado unidas en otro lugar lejano. Mirar a los ojos y percibir la grandeza de un alma. Cerrar los ojos y sentir que la otra persona está allí, en un lugar lejano pero cercano a mi corazón, que le conozco tanto como al espíritu que ronda en mi alma. Eso es el amor. Pero muy pocos están capacitados para descubrir la belleza del amor auténtico, tienen un cierto deseo de ello, pero la materialidad de sus cuerpos los enceguece y se pierden en una belleza transitoria, mustia, perecedera, inconstante, por eso la eterna insatisfacción del ser humano. Cuando podamos volver a descubrir los tesoros del interior del Corazón del hombre, solo allí, podemos ser verdaderamente humanos.