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lunes, 10 de diciembre de 2012

La libertad de los hijos de Dios

Conocerte Señor, experimentarte, respirarte en cada instante, es como un sello en la vida, el sello de los hijos de Dios libres, sin maldad, sin restricciones, sin leyes estériles…. Dios habita en el alma de todos, todos venimos de Él y hacía El vamos, nos ha otorgado el tiempo de esta vida para que vivamos en plenitud la grandeza del amor que incluye la libertad del espíritu. Dios no es inquisidor, tampoco es imposible, Jesús es una persona interesante, el seductor del alma, El que nos conduce a las verdaderas fuentes de agua Viva. Jesús es Dios, no es superior, fue siervo de la humanidad, fue el Señor que lavó los pies de sus discípulos, fue la grandeza sumida en la humildad, fue el hermano y el esposo anhelado. Me encuentro con Jesús, en el silencio de la oración, en la brisa suave de la mañana, en la sonrisa de mis viejitas en soledad, Jesús está allí, sonriéndome, amándome, no existe amor más grande. Me encuentro con Jesús en el amor a mi alma gemela, aquella con la cual he compartido lo más íntimo de ser, del corazón hasta lograr la pertenencia común en Ti, las dos en ti como parte integrante del universo y de la vida eterna. Dios te hará desear lo que El mismo te va a regalar, deseo santo que Dios inspira ¿cuál es la voluntad de Dios para ti? Deseos inspirados por Dios. Tú me has seducido Señor, y yo me dejé seducir, me has podido porque has sido más fuerte que yo. Cuando estamos frente a lo verdadero, nos van a temblar las rodillas de miedo, pero más fuerte que nosotros: el Señor, allí hay que perseverar en la convicción de la verdad, un salto en el vacío. Tirarse en el vacío, hacer un acto de fe, de confianza en el Señor que todo va a realizarse según su voluntad y eso mismo es lo que nos va a hacer feliz.