Dulce Jesús mío, que me muestras tus llagas y me dices con ternura, “mirá consuélame esposa mía, paloma herida, oveja curiosa, aprende a amar hasta el extremo”.
Jesús, ¡No tengo fuerzas! Y como Jeremías te digo: “mira que no se nada”
Te basta mi gracia. Mi Gracia te fue concedida antes de nacer, un aliento de vida que no tenías, una vida consagrada para siempre y sin esa vida nunca serás feliz. Pero una vida consagrada en el dolor de tu corazón herido por las incomprensiones, fatigas, desvelos. Pero, recuerda, toda obra santa debe estar cimentada en la cruz, recuerda todas las fundaciones importantes se realizaron luego de fuertes oposiciones, luchas contra principados y potestades, pero al final se hizo la luz, Yo soy la luz.
Te pido paciencia, amor y solo amor, porque el Amor es lo primero. El amor engendra toda virtud, engendra salud, armonía espiritual. De nada sirve una gran obra material sin amor, el amor construye, el amor se da, el amor perdona y por eso salva. Tu paciencia será fecunda, con el tiempo comprenderás lo que hace el amor, como dice Pablo. El amor es comprensivo, es servicial, no tiene envidia, no busca su propio interés, no se envanece, solo goza con la verdad y no se alegra de la injusticia. El amor todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. Por eso no digas, no tengo fuerzas, “todo lo soporta”, y sé que tu amor es auténtico, sincero, infantil, un amor así no puede dejar de mover el Corazón de Dios.
María, tu amor me ayuda a salvar almas, a sanar heridas, a consolar mi corazón humano y divino. Sufro desde la humanidad, pero por cada gesto de amor y de perseverancia en el deseo de la unión final con tu Esposo, hay un alma restaurada, hay un alma que vuelve a amar a Dios con su corazón de paloma herida.
Pequeña mía, no temas, sé que el cansancio llega pero Jesús te lleva en brazos cuando tus pies ya no resisten el camino, a la meta debes llegar. Te basta mi gracia.
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