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jueves, 19 de junio de 2014
El Señor es mi Pastor, DUDAS Y CERTEZAS
El Señor es mi Pastor: dudas y certezas
Una de las frases que fueron siempre cimiento de mi vida consagrada es el versículo del Salmo 23: “El Señor es mi Pastor, nada me falta”. Ha sido la traducción que más me ha impactado, aunque existen otras traducciones del mismo versículo como por ejemplo: “El Señor es mi Pastor, nada me faltará” o bien “El Señor es mi Pastor, nada me puede faltar”. Lo certero es que la primera parte de la frase es común a todas las traducciones e indiscutible: “El Señor es mi Pastor”, Él es nuestro Pastor que guía nuestros pasos hacia verdes pasturas y hacia el agua fresca, quien guía los pasos hacia una vida colmada por el amor de Dios y la oración que fecunda al alma, pero, la segunda parte de la frase se presta a distintas interpretaciones:
Vamos primero con: “NADA ME FALTA”; indica una certeza absoluta del hecho y ésta certeza se ubica en tiempo presente, si Él es el Pastor nada me falta HOY.
“NADA ME FALTARÁ”; esta frase ubica a la certeza en un plano futuro pero nos deja la duda de un presente que puede no estar asistido por la bondad del Pastor.
“NADA ME PUEDE FALTAR”; aquí se vislumbra una confianza, también futura, pero un cierto temor presente. No es una afirmación absoluta de la Providencia, sino una esperanza de que “nada nos puede faltar”.
Desde un punto de vista objetivo se puede inferir que la frase correcta es: “EL SEÑOR ES MI PASTOR, NADA ME FALTA”, porque la certeza es hoy, aquí y ahora.
Desde un punto de vista subjetivo y de experiencia espiritual del alma, cada persona lo puede vivir de forma distinta debido a su propia realidad mística de unión con el Señor y esto se enriquece con esta Palabra de Dios, cuyo sentido es la iluminación de la vida espiritual y no el mero estudio intelectual de Dios. Cada persona puede experimentar según su realidad que “nada le falta” como certeza absoluta hoy debido a una fe sin límites en la providencia de Dios, una fe madura y comprometida al ejemplo de los santos.
Otras personas pueden estar recorriendo un camino espiritual en el que perciben la Presencia de Dios pero sus efectos lo esperan para el futuro, una esperanza que no defrauda, tienen confianza y esperan por eso dicen: “nada me faltará”.
Y finalmente el tercer grupo : “Nada me puede faltar”, es un sentimiento también de confianza, de deseo, aunque denota cierta inestabilidad en la afirmación, es similar a la necesidad pero vista desde el lado meramente humano.
La composición que se acerca más al ser de Dios es aquella de fe absoluta: “NADA ME FALTA”. ¿Por qué?
Porque Dios me regala la vida de cada día: manos, pies, sentidos, corazón que late, su amor, su Espíritu Santo, el afecto sincero, los sacramentos que son medios en que la Gracia de Dios nos acompaña en esta vida, la posibilidad de sonreír, de ayudar a los necesitados y de ser personas de gran corazón. Creo que esta lista puede ser mucho más numerosa, cada uno de nosotros puede ir agregando todos los regalos que Dios nos hace a diario y así nos daremos cuenta que es cierto aquello del Salmo 23: “EL SEÑOR ES MI PASTOR, NADA ME FALTA”.
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lunes, 29 de abril de 2013
La Providencia de Dios
Como la mayoría de los seres humanos, me caracterizo por ser una persona que espera resultados inmediatos, o por lo menos lo más rápido posible. Lo mismo sucede cuando pedimos un favor, en una oración, esperamos que Dios responda rápido, y si no responde nos sentimos tristes y apesadumbrados.
Dios tiene sus tiempos: "Para Dios un día es como mil años y mil años como un día", parece callado pero está actuando, en el silencio y en la espera se van gestando los más bellos proyectos.
Y a veces me enojo diciendo: "Hasta cuando Señor he de esperar justicia", pero poco a poco, día a día, mes a mes, se va gestando la justicia que en nuestro mundo parece ausente.
Dios es providente: esto quiere decir que siempre va a proveer una solución a nuestra alma para que ésta sea feliz, lo que puede suceder es que lo que pensamos que es mejor para nosotros, no sea lo que piensa Dios.
Creo que la clave es esperar en paz los momentos de Dios, esperar en calma, en silencio y oración. Todo se lleva a cabo de la mano de Jesús, claro que hay que poner un poco de trabajo de nuestra parte y las decisiones que le corresponden a la persona necesitan llevarse a cabo. Pero también es cierto, que una vez puesto todo nuestro esfuerzo, hay que esperar pacientemente a que la semilla se transforme en planta y esto lleva su tiempo.
Lindo es ver y experimentar cuando la planta está a nuestra vista, cuando la felicidad ha llegado por fin a nuestra alma, eso es nada más, ni nada menos que: LA PROVIDENCIA DE DIOS.
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