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lunes, 29 de abril de 2013

La Providencia de Dios

Como la mayoría de los seres humanos, me caracterizo por ser una persona que espera resultados inmediatos, o por lo menos lo más rápido posible. Lo mismo sucede cuando pedimos un favor, en una oración, esperamos que Dios responda rápido, y si no responde nos sentimos tristes y apesadumbrados. Dios tiene sus tiempos: "Para Dios un día es como mil años y mil años como un día", parece callado pero está actuando, en el silencio y en la espera se van gestando los más bellos proyectos. Y a veces me enojo diciendo: "Hasta cuando Señor he de esperar justicia", pero poco a poco, día a día, mes a mes, se va gestando la justicia que en nuestro mundo parece ausente. Dios es providente: esto quiere decir que siempre va a proveer una solución a nuestra alma para que ésta sea feliz, lo que puede suceder es que lo que pensamos que es mejor para nosotros, no sea lo que piensa Dios. Creo que la clave es esperar en paz los momentos de Dios, esperar en calma, en silencio y oración. Todo se lleva a cabo de la mano de Jesús, claro que hay que poner un poco de trabajo de nuestra parte y las decisiones que le corresponden a la persona necesitan llevarse a cabo. Pero también es cierto, que una vez puesto todo nuestro esfuerzo, hay que esperar pacientemente a que la semilla se transforme en planta y esto lleva su tiempo. Lindo es ver y experimentar cuando la planta está a nuestra vista, cuando la felicidad ha llegado por fin a nuestra alma, eso es nada más, ni nada menos que: LA PROVIDENCIA DE DIOS.

sábado, 16 de junio de 2012

Encontrar al Creador, meditando...

En mi primer entrada quiero hacer mención de lo fundamental para permanecer unidos al Señor, al Creador, a nuestro Principio. Sin este atisbo de unión nuestra vida permanecerá en constante caos, desorden, tendiente a la disolución.
Dios, nuestro Creador, es un ser espiritual, digamos mejor: espíritu puro. Que al momento de nacer nos concede un poco de su espíritu y así venimos al mundo con un alma espiritual, que inevitablemente va a tender hacia El toda la vida, de ahí la sensación de vacío, de nunca estar completamente satisfechos. Ese vacío no es otra cosa que nuestro anhelo de la unión definitiva con quién es nuestro progenitor. A ese principio de Vida lo llamamos Dios.
Cuando nuestro interior se desordena, lo que pasa es que nos desviamos de la armonía que supone mantener encendida nuestra espiritualidad. Nosotros somos seres compuestos de alma y materia, y la permanente lucha entre estos dos compuestos que están llamados a complementarse y cuando eso ocurre estamos en presencia de la santidad y también cerca de lo que llamamos "cielo".
El cielo y el infierno, no son dos lugares sino dos estados, que se vivencian en el interior de la persona, un estado nos conecta con la trascendencia y es fuente de salud y armonía, mientras que el otro estado nos conecta con la violencia, es fuente de enfermedad y desorden general.
Muchas enfermedades del cuerpo tienen su origen en un problema espiritual, casi todas diría yo, que si lo sabemos reconocer ya sería un gran paso para el camino de la sanación. Para que se opere la sanación física es fundamental reconocer un problema espiritual, y de allí mucha dedicación para crecer en vida espiritual. Recordemos que Jesús cuando sanaba a los enfermos no les decía: "por mi poder te sano" o "por el poder de Dios te sano", le decía simplemente "tu fe te ha salvado, vete en paz". Y la fe no es otra cosa que un estado interior del alma o del espíritu frente a la realidad, la fe supone confianza, esperanza. Por eso considero fundamental que comencemos a aprender a meditar, a conectarnos espiritualmente. Nótese que no digo "rezar", porque el rezo proviene de la repetición de palabras, y acá se trata de inbuirnos en el interior de nuestro ser para alcanzar la salud, podemos decir orar, contemplar, amar en silencio, sin palabras, sentirse abarcado por la trascendencia.