Un blog para acercarnos a Dios, para encontrar paz, sanación, bendición. Un blog para todos, para aprender a orar, meditar.
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domingo, 14 de octubre de 2012
Santa Teresa de Jesús: un amor apasionado del alma y Dios
Dios es Amor, su esencia es Amor pero con mayúsculas, y la oración no es otra cosa que esa relación de amor con Aquél que es la fuente de todo Amor.
Santa Teresa de Jesús lo entendió con su corazón, luego de un largo de tiempo de fallarle a Dios en su oración, pues terminó Maestra de oración para todos. Dios le llevó hasta las más altas cimas del amor espiritual y era tan intenso que su cuerpo participaba de esos momentos porque nosotros cuando amamos no podemos amar de forma fragmentada, amamos de cuerpo y alma.
A continuación, como de costumbre un bello pasaje de la Palabra de Dios a través del
Cantar de los Cantares 5,2-4
“Yo duermo, pero mi corazón vela: oigo a mi Amado que golpea. ¡Ábreme hermana mía, mi amada, paloma mía, mi preciosa!
Porque mi cabeza está empapada por el rocío y mi cabellera por la humedad de la noche. Ya me quité la túnica, ¿cómo voy a ponérmela de nuevo? Ya me lavé los pies, ¿cómo voy a ensuciármelos?.
Mi Amado pasó la mano por la abertura de la puerta, y se estremecieron mis entrañas”.
Hermoso pasaje donde el Amado es Dios y la Amada es el alma o la persona en oración, de repente me llega al corazón cada versículo del texto:
a) Jesús golpea a las puertas de tu corazón. ¿estás dormido/a? pero no estás perdido, solo ausente en un sueño que no te deja escuchar la voz del Amado golpeando a tu alma, ábreme por favor!!! Jesús pide nuestro corazón para entrar en él, y nos llena de elogios, nuestra alma es preciosa siempre y en todo momento para Aquél de quien procede y a quién ella debe volver, y anhela que voluntariamente entremos en una unión mística, espiritual, transformante. Teresa lo hizo y cuando abrió las puertas de su corazón al Señor fue arrebatada por una pasión incontrolable de amor a Dios.
b) La noche es el final del día, la noche donde todos los sentidos se aquietan, cesa la actividad y renace el amor. Solía gustarme rezar por la noche, levantarme a la madrugada donde el silencio es total y percibir la presencia de Dios imponente, majestuosa y misericordiosa rodeando mi ser con un amor que nadie podía explicarme, solo Santa Teresa en sus escritos santos. Jesús está esperando, y aunque tirite de frío en la puerta y lo alcance el rocío sigue pacientemente esperando el retorno de su Amada, del alma, de su pasión por la cual dio su vida en la cruz, Jesus espera crucificado pero no desespera, solo llama con amor: Amada ábreme, te amo con dulzura, no me dejes solo en esta frialdad del afuera de tu corazón. Jesús quiere entrar en tu corazón y solo allí encontrará el calor del amor apasionado que es el mismo amor con que el Padre nos cubrió desde el día en que nacimos y nos dio la existencia.
c) El Amado pasó apenas su mano por la puerta de tu corazón y hace estremecer tus entrañas, lo más hondo de tu ser queda cubierto para siempre con esa entrada santificadora de tus desordenados sentidos. Jesús pasó la mano por tu corazón para sanarlo definitivamente, para hacerlo arder en amor, en el espíritu Santo. El mismo Espíritu donó el Señor a su predilecta esposa Santa Teresa de Jesús, pero no se crean que ella es la única predilecta, ella es maestra de oración, porque ella se dejó estremecer por la llegada del Amado a su corazón y eso mismo no se lo guardo celosamente sino que lo compartió cual maestra a sus hijos, a sus alumnos.
Hoy el Señor nos invita a abrir la puerta del alma, no nos asustemos de que El nos arrebate, pues, grande es su misericordia y sus dones para cada una de sus amadas almas.
Feliz día de nuestra Santa Madre Santa Teresa de Jesús.
domingo, 17 de junio de 2012
Con Dios todo es posible
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sábado, 16 de junio de 2012
Encontrar al Creador, meditando...
En mi primer entrada quiero hacer mención de lo fundamental para permanecer unidos al Señor, al Creador, a nuestro Principio. Sin este atisbo de unión nuestra vida permanecerá en constante caos, desorden, tendiente a la disolución.
Dios, nuestro Creador, es un ser espiritual, digamos mejor: espíritu puro. Que al momento de nacer nos concede un poco de su espíritu y así venimos al mundo con un alma espiritual, que inevitablemente va a tender hacia El toda la vida, de ahí la sensación de vacío, de nunca estar completamente satisfechos. Ese vacío no es otra cosa que nuestro anhelo de la unión definitiva con quién es nuestro progenitor. A ese principio de Vida lo llamamos Dios.
Cuando nuestro interior se desordena, lo que pasa es que nos desviamos de la armonía que supone mantener encendida nuestra espiritualidad. Nosotros somos seres compuestos de alma y materia, y la permanente lucha entre estos dos compuestos que están llamados a complementarse y cuando eso ocurre estamos en presencia de la santidad y también cerca de lo que llamamos "cielo".
El cielo y el infierno, no son dos lugares sino dos estados, que se vivencian en el interior de la persona, un estado nos conecta con la trascendencia y es fuente de salud y armonía, mientras que el otro estado nos conecta con la violencia, es fuente de enfermedad y desorden general.
Muchas enfermedades del cuerpo tienen su origen en un problema espiritual, casi todas diría yo, que si lo sabemos reconocer ya sería un gran paso para el camino de la sanación. Para que se opere la sanación física es fundamental reconocer un problema espiritual, y de allí mucha dedicación para crecer en vida espiritual. Recordemos que Jesús cuando sanaba a los enfermos no les decía: "por mi poder te sano" o "por el poder de Dios te sano", le decía simplemente "tu fe te ha salvado, vete en paz". Y la fe no es otra cosa que un estado interior del alma o del espíritu frente a la realidad, la fe supone confianza, esperanza. Por eso considero fundamental que comencemos a aprender a meditar, a conectarnos espiritualmente. Nótese que no digo "rezar", porque el rezo proviene de la repetición de palabras, y acá se trata de inbuirnos en el interior de nuestro ser para alcanzar la salud, podemos decir orar, contemplar, amar en silencio, sin palabras, sentirse abarcado por la trascendencia.
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