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sábado, 1 de septiembre de 2012

"La Hipocresía de Confesar" Las miserias del convento al descubierto ¿es la vida religiosa creíble hoy?


La Hipocresía de Confesar es una biografía en donde no se esconde nada, todo quedó al descubierto y como dice Jesús en el Evangelio "lo oculto será descubierto y lo que hablen en lo oscuro se proclamará desde los terrados" El libro "La Hipocresía de Confesar" se ha transformado exactamente en eso: una proclamación de la verdad desnuda, gritada y proclamada desde la vivencia personal de una religiosa injustamente maltratada y humillada.
Vamos a aclarar lo siguiente:
La gente común, que vive una vida normal cree que los religiosos somos cuasi ángeles, por eso muchas personas se escandalizan a ver una hermana por la calle a altas horas de la noche, o tomando un café en un bar. Ni que hablar si la hermana estuviera tomándose una cerveza. Luego se estaría quedándo sin cuero (como se dice) de las murmuraciones de las personas.
Toda esa carga de comportamiento social que la sociedad ha cargado sobre los hombros de los religiosos lo único que engendró es que las hermanas y hermanos vivan en un convento pero todo lo prohibido lo realicen fuera de la vista de todos. Es lo que se llama: Doble vida.
Debido también a esta carga social es que los religiosos se quisieron ir despojando de todo símbolo religioso que los identifique en el exterior, de ahí que el uso del hábito fuera desplazado por una vestimenta civil, pero como no nos sabemos vestir según la moda, y algunos casos se tornan verdaderamente ridículos, en fin, la gente no sabe interpretar si son monjas, testigos de Jehová, Evangélicos o miembros de alguna secta. El despojo del hábito como signo de consagración llevó a muchas hermanas a salir de noche (cómo lo relato en mi libro, empezando por mí y siguiendo por hermanas superioras), ir al cine sin dificultad de ser miradas, pasearse en lugares poco económicos sin problema de ser juzgadas por los presentes.
Pero también voy a decir que, contrariamente a lo que piensan las personas piadosas con respecto a las hermanitas, todas las miserias humanas posibles encontramos en el convento, sobre todo los pecados capitales llevados a su máxima expresión, algunas tendemos más hacia un pecado capital y otras hacia otros.
la sexualidad, el gran problema y la gran discusión incluso social ¿deben los religiosos casarse y llevar una vida común como el resto de los mortales?
La experiencia personal me lleva a afirmar que sí es necesario, porque la naturaleza humana no puede ser contenida simplemente por estar detrás de unos muros o vigiladas por una autoridad sin moral, es decir, muchos problemas en la sexualidad que se canalizan mal, tan mal que la mayoría quedamos traumadas con respecto a este tema. Luego trabajo para psicólogos a aclarar las dudas que se nos meten en todos esos años de estar rejuntada con gente del mismo sexo, en fin, en el libro "La hipocresía de Confesar" también se trata este tema, que en mi vida persona ha sido muy cruel.
Por último, el autoritarismo, el afán de poder dentro de la vida religiosa "el gran pecado de las superioras" LA SOBERBIA, primer pecado capital, pecado del mismo Satán según la Biblia. En todos mis años de convento me he hartado de ver luchas de poder todo el tiempo, deseos incontenibles de llegar a posiciones de poder dominar a otros, de silenciarlos, de demostrar quién es la poderosa, en fin, la peor miseria de todas. Ver gente ajusticiada injustamente, expulsada sin piedad solo por aplastar con el cargo de superiora a los demás.
Quería aclarar todos estos temas, porque es lo que ustedes encontrarán en mi libro. Esperemos que esta realidad pueda ser subsanada y que la vida religiosa vuelva a tomar su valor de santidad en este mundo cada vez más confundido.

sábado, 16 de junio de 2012

Encontrar al Creador, meditando...

En mi primer entrada quiero hacer mención de lo fundamental para permanecer unidos al Señor, al Creador, a nuestro Principio. Sin este atisbo de unión nuestra vida permanecerá en constante caos, desorden, tendiente a la disolución.
Dios, nuestro Creador, es un ser espiritual, digamos mejor: espíritu puro. Que al momento de nacer nos concede un poco de su espíritu y así venimos al mundo con un alma espiritual, que inevitablemente va a tender hacia El toda la vida, de ahí la sensación de vacío, de nunca estar completamente satisfechos. Ese vacío no es otra cosa que nuestro anhelo de la unión definitiva con quién es nuestro progenitor. A ese principio de Vida lo llamamos Dios.
Cuando nuestro interior se desordena, lo que pasa es que nos desviamos de la armonía que supone mantener encendida nuestra espiritualidad. Nosotros somos seres compuestos de alma y materia, y la permanente lucha entre estos dos compuestos que están llamados a complementarse y cuando eso ocurre estamos en presencia de la santidad y también cerca de lo que llamamos "cielo".
El cielo y el infierno, no son dos lugares sino dos estados, que se vivencian en el interior de la persona, un estado nos conecta con la trascendencia y es fuente de salud y armonía, mientras que el otro estado nos conecta con la violencia, es fuente de enfermedad y desorden general.
Muchas enfermedades del cuerpo tienen su origen en un problema espiritual, casi todas diría yo, que si lo sabemos reconocer ya sería un gran paso para el camino de la sanación. Para que se opere la sanación física es fundamental reconocer un problema espiritual, y de allí mucha dedicación para crecer en vida espiritual. Recordemos que Jesús cuando sanaba a los enfermos no les decía: "por mi poder te sano" o "por el poder de Dios te sano", le decía simplemente "tu fe te ha salvado, vete en paz". Y la fe no es otra cosa que un estado interior del alma o del espíritu frente a la realidad, la fe supone confianza, esperanza. Por eso considero fundamental que comencemos a aprender a meditar, a conectarnos espiritualmente. Nótese que no digo "rezar", porque el rezo proviene de la repetición de palabras, y acá se trata de inbuirnos en el interior de nuestro ser para alcanzar la salud, podemos decir orar, contemplar, amar en silencio, sin palabras, sentirse abarcado por la trascendencia.